jueves, 20 de febrero de 2014
Devenir
Es el nombre del añil quien sube a la puerta,
junto a insomnios de pergaminso en algidas estructuras,
como la pisada del dominio o la marea.
Según la desición ello es igual a los planetas
y yo lo amo con una respiración de troneras
donde la escarcha diagonalmente
se encrespa.
Asi la encrucijada del canto bebe
efervescencias de un vals
que llena los barrotes de
algas.
Cercanamente el vidrio
despabila cosas violaceas; una sepultura donde
veo a mis parientes -para ellos no hay una retórica-
Sólo poseen un escenario.
Y los hilos de su existencias no conocen
la deriva. La efigie del porqué.
Aprendizajes de telarañas
en una visión de entrañas acribillna el
lamento fosforescente del agua; sumerge el continente
el heraldo desgarrado por uno que otro invierno; es
inquicisión esa palabra con musculos de odalizca
entre los montes al tocar
un tallo.
La poesía vuelve a las mismas palabras. Ayer como
ahora las desconocía.
Guillermo paredes
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