lunes, 17 de febrero de 2014

Poesìa







Tenìa un lecho de raices.

Una imagen como inoxidable eje
de reglaje separando las sienes.

El lugar del monumento a los plomos
subìa con extraños lagartos de mimbre
azotados por las cartas
en sus labios.

Menciones de febrero reducìan colosos
en su cuello.

El rìo intuìa la inspiraciòn de los
desfiles, la puerta ciega del relàmpago
crispado por el trueno
en sus orejas.

Era marxista porque unìa elefantes.

Civilizado segùn los espejimos.

Yo lo recuerdo por las ciencias blancas
que lo esperan.

Por los grandiosos corales sin sacramentos
de arcangel tocados por los olmos.

En todas las pergolas de esta ciudad
una situaciòn y un adjetivo
agregan su existencia
a una estela 
donde no siempre vuelvo a su lecho
intentando devorar una raìz.

Y eso el poema màs que vida
lo sabe.



Guillermo paredes


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