domingo, 2 de febrero de 2014
Rosaleda de un Trueno
La bahia busca su origen.
La flor tecnologica
se va pudriendo en los petalos.
Un archipielago llega tarde al oido como impulso
diezmado por una cortina.
Las huellas del aceite son insulares como
un continente y entre selvas
de zafiros la sepia toca
el alba percibiendo la intensidad,
el tanteo encarnizado que lo guiará
nuevamente a los carbones.
Y la espesura: madreselva de pàlidos
encantamientos, cuenta filos
donde una silueta llega al festìn
con regueros silenciosos
donde el misterio
es cabaña de dromedarios que
enarbolan hacia los relámpagos una crin,
un termitero de osos
jugando con reliquias paganas;
alguna tomando la
idolatrìa que dejan
las cabelleras cuando abandonan
los craneos.
Y su camino no es el de los
truenos.
Guillermo paredes mattos
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