lunes, 28 de agosto de 2017

La Moneda en los Hombros






Un niño dormía entre cenizas visibles.

El pájaro que recorría el infinito llevaba una moneda
en sus hombros. Era de madera.

Entre los objetos previstos estaban las cupulas
en el higado. Las catapultas de porcelana en las sienes.

La lógica flor en los pétalos del humo.
La básica presencia de una escalera entre las alambradas.
En los mosquitos de goma.
En la existencia donde al lado de la densidad los
aparejos relatan cronicas de bolicheras
y lampos.

De un testimonio de bronce en las alamedas
donde llegan a las esferas los jinetes.

Y el viento es hermoso como la yesca.
Como las superficies del helio en una noche de astros
con colas y bengalas.

Un niño dormía entre visibles cenizas.

Creía en los puentes porque llevaba una amapola
en la boca.

Trajinaba en los coliseos igual como lo hace la duda
en una pregunta.

Vibraba en las equidistancias del sueño.



-según esta experiencia-

cada equidistancia en el sueño no es más que una figura.

Devorando en el interior de un poema girasoles.








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