martes, 29 de agosto de 2017

Descenlace de los Nudos





Puedo entender que un arrecife sea un limite.
Que la caparazón secreta del árbol nunca muestre
la saliva de sus caracoles.
-puedo entender el movimiento y la trayectoria
de esos caracoles-
Puedo respirar si esa saliva está encrespandose.
Si llena de relojes esta ciudad de faroles.
Esta materia donde se baten las ceremonias.
Esta identidad después del logaritmo y el crepúsculo
en los huesos.

Vivir o contar los muros de una casa.
Unos muros que igual que los invertebrados se
reproducen.
Se transforman y caminan hacia las superficies
con un espejismo.
Con un sofisma o que más da si las nebulosas llegan
a un concepto antes de la mirada de los aviones.

Puedo escribir antes de impulsarme a un gráfico 
donde las calles son amarillas y se sientan esperando
el hambre.

Donde los peatones escuchan en el voceo de los
maleficios alguna pregunta lejana que alude
a los higos.

A las escenas que llevan una media.

A los policromos hemisferios donde los nudos se
desatan.

Y algunos se convierten en flores rojas que caen
con el poniente.

Y otros se transforman en diluvios.





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