miércoles, 21 de junio de 2017
El Invierno de Carbòn
No existìa la luz.
Tampoco el plano de dios con un atisbo.
El plano con hormigas bronceadas por el verano.
No habìa un pàjaro con recorridos intensos entre
el brillo buscando ser irracional como el
azucar.
Ni los segmentos donde se juntaban los marsupiales
buscando ir en compra de los venenos.
Ninguna de las linternas rozaba un virus.
Ninguno de los mamiferos recorrìa sus actos con una
bengala de arsenico en sus uñas.
Mucho menos diques y dedales.
Tautologìas al lado de la actividad boreal
en una ranura o un sesgo.
Tampoco mandibulas decimales.
El astro desplegando criaturas de escarcha en un
fruto rosado.
En un sol atlantico tomado por los dados.
No existìan las calles, tampoco los suelos donde se
recogìa el plastico con una cascara propia de aquello
llamado revelacion.
Ningun vidrio de papel.
Ninguna encìa de bronce mas allà de los articulos.
El universo no recorrìa los adjetivos como
lograba hacerlo el verbo.
Y lo que hacìa el verbo se estaba dando en un principio.
Sòlo que el mismo verbo no lo sabìa.
Tampoco ese principio.
No habìan agujas para èse verbo.
Plataformas o aposentos de esquirlas.
Sonidos de saliva incrustada en la yesca.
No habìan ciudades. Los leviatanes dejaban promesas
de leña entre fantasticos quistes de espuma.
Lo que era simiente interrogaba las figuras por
el lugar de las siluetas.
Allì la tristeza se componìa de hambre.
De esquinas con inviernos de carbòn.
Absolutamente de carbòn como aquellos que
tiñen las ojeras.
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