martes, 6 de junio de 2017

El Camino





En cada tambor una entraña.
La entraña escala una amapola durante epocas de zapatos.
El viento gira hacia todo aquello que supone
repentino o fantasmagorico.

No asi las agujas que reparten su corazòn en el granizo.
Ante un universo supuesto de leche. Todo esto
antes de la llegada de una plaga.

El dìa es coloquial. Ello es parte del aire.
De los arietes en los tejados. De los parpadeos con
materiales esquinas donde el sonido de los pasos se separan
de la vereda intentando hundir la brea.

Nominas fìsicas de estereotipos.
Siluetas que han nombrado el color de los peines en
una alegorìa.
Los seres que diseñan una gripe en las caparazones de
los caracoles vuelven a decirnos que esa es la
ùnica inspiraciòn.

Los plurales no conciben ello.
Los plurales reconocen hilos magneticos en un
patio de higados.
En una serpiente cerrando los ojos ante una corola
que debe ser colocada en sus iris.

-no existe otro lugar para esa corola-

Los pulmones lo saben.
Tambièn los circulos donde vuelven a programar
cosas profundas los adioses.

Gimnasias de un olivo en una alameda de ladrillos
donde una nervadura de hielo evoca
concentraciones. 

Vortices de sienes con la fiebre de un demonio que
desciende hacia las grevas del follaje.

Convencido de que allì empieza el camino hacia
el infierno.








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