jueves, 1 de junio de 2017

Emanaciones VI





Que nadie se preocupe de las agujas.
De ese dolor casi soñado que recorre las guitarras.
Del presentimiento y las ojeras que vibran
en los cartapacios.
De los grilletes que duermen en la arena.
De las iglesias.

Que nadie tome los espejos de las descomposiciones.
De nuestro pensamiento casi industrial.
De nuestro deseo debajo de la luna avanzando entre
jabalinas.
Que otros sean los puentes despuès de las reencarnaciones.
Que jamàs posean el mismo rostro.
Las mismas sienes.
La  misma brisa golpeàndo en ellas durante el 
crepùsculo.

Que de la piel sean los àrboles y las raices.
Que los arcipestres tengan el tiempo de embalar las bocinas
y el casco de una ciudad elaborando entre madrigueras
sus cenizas.

Que nunca encuentres la labor que estabas esperando.
Que sea siempre una revelaciòn.
Un maleficio conjurado por las astillas en un dìa
de nieve sin ningun porvenir en las marionetas.
Que el aceite sea de barro.
Que el trigo conmueva alguaciles de cromo en 
una bocanada de frìo, cuando el sol recoge de los màstiles
alambres transparentes.

Que nadie arroje los dados entre la desesperaciòn.
Que el silencio sea una utopista marcada por el desasimiento.
Que las cadenas sean de oro en las piramides
abandonadas por el tiempo.
Que los mamiferos sigan multiplicandose pero que 
encuentren el camino a los invertebrados mientras lo
hacen.
A las autropropulsiones.
A los carruajes donde 

Que los silencios sean llegar a un ovulo.
Complementar un accidente.
Escribir de un jardìn con pasarelas dedicados a aguijonear
sangrientos diamantes de yodo.
Que las utopìas te encuentren sòlo en el corazòn.
En ningùn otro lado.
Que el agua encuentre el camino de regreso al mar
despuès de un tsunami.

Despuès de un diluvio universal.

Sòlo entonces me encaminarè hacia ti.

Sòlo entonces te mostrarè los peines y linternas
que emanaban de una casa.






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