sábado, 17 de junio de 2017
Condiciòn Para Existir
Creo que en ese entonces no existìan historias
de hadas y ninguno de nosotros pensaba en las tijeras.
El oceano se pronunciaba como una misteriosa
provincia a la cual llegaban sòlo las legañas.
Tambièn los leñadores.
-despuès de tantos años medito en què cosa podrìan
cortar en el mar, allì no hay bosques de madera-
Con màs frecuencia llevabamos tenedores y
llaves. Con màs frecuencia preguntabamos en el interior
de un cordero.
La savia era marròn.
Los buques llegaban a la corrupciòn al leer una hoja.
Yo era una esquina o una cosa que se acoplaba
a sus escrùpulos.
Un cuarto menguante o una mañana de acido.
Creo que invariablemente lo que veìa eran territorios.
Sòlo que en ese entonces eran otros los pedazos
de harina.
No sè si el trigo era una ceremonia de polen.
No sè si desde las ventanas el nombre programado por
el sonido era el que evoco.
Percibo esta mañana que era otra evocaciòn.
Las plantas estaban en su sitio.
Los orificios entre la luz se preguntaban en què lugar
habìa quedado su oscuridad.
El humo era presuroso. Pero el humo siempre
fue presuroso y escribìa con un tumor en la boca.
La realidad empezaba a pertenecer a las transnacionales
pero habìa una que no.
Los ministros ascendìan a los dirigibles porque
sòlo desde ellos se podìan oir y comprender sus discursos.
No decìan nada diferente a lo que ahora.
Una estampida era un manantial.
Un alfil arrancaba los cabellos a lo hiàlino y eso
era natural y propio entre los alfiles y lo
hiàlino.
-era su condiciòn para existir-
Creo que algunos lo llamaban magia.
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