sábado, 4 de octubre de 2014
Los Tallos de Aceite
Escribimos en una ciudad sin titanes.
En la hierba soñaban los colosos.
Semejante a hierbas de titanes
escribimos junto a colosos. Ello no nos hizo
menos fiebre, menos abundantes. Ello
sólo volvió a convertirnos en
coloquios. Diálogos de piélagos
que sólo ven esquinas, tactos de alfileres
con una versión del mundo sin
espejos.
Inmensos minerales que toman el agua
de los bucles. Vacíos donde el perdigon abre
su silueta en el interior del ancla.
Pinceladas como el sol dentro de un
estandarte, hasta ustedes llegamos con
una montaña de leña en los parpados.
Dentro de los ojos los colosos eran
amarillos titanes de los atardeceres en
que un sueño es vacío como la
penumbra para vivir y otro adquiere
el desierto de una iglesia
la estampida en el sol de algun
volcan profano.
Uno que llena de lava aquel astro.
Uno que eleva extrañas magnitudes en el universo.
Y se alimenta inutilmente de
tallos
Por donde eleva su gimnasia
el aceite.
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