jueves, 30 de octubre de 2014

La Palabra en la Pronunciaciòn






Habìa llegado a un momento donde las palabras
cerraban sus labios, sin importar a quièn
llevaran en ellos, sin importar 
quienes leyeran en ellos.

-cuando los labios se cierran, se vuelve inasible
y ajeno el significado-

Y yo provenìa de alguna
pronunciaciòn lejana, imaginada por
los murcielagos. De puertos donde
la cera tanto como el amor colocaban el desengaño y
la furia al lado de la belleza para intentar 
llegar a los plasticos. En un universo
donde todo es de agua
ello es imposible.

Y es dificil en regiones de plastilina que todo 
eso pueda ser revelado. A lo 
sumo, suponemos que existe y tal
existencia es lo ùnico a lo cual accedemos
como una fibra de hilo dimensionada por la 
transparencia en el aire. Fibra que
desesperadamente amamos.

Nosotros sòlo llegamos a los
cometas o al oceano 
desnudo, como 
una caparazòn de marfil en las
azoteas del agua.

Era el momento y las palabras se sostenìan
a sì mismas y con ello al hombre.

El hecho de sostener al hombre era el adjetivo de
una oraciòn donde yerra sin sorpresa una aguja.

El hecho de mencionar al hombre en sus mentones
implicaba una ciudad de asteroides.

De imagenes con sudores violetas 
en el pecho.

De imagenes pisadas por las muletas
de un camello.

Los hombres dejan partir a las 
palabras que pisa ese camello.

La pronunciaciòn, a aquellas
que pierden en la brisa su significado.









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