martes, 14 de octubre de 2014
Conjugación de la Libélula
A la intensidad le seguía el mar con una cadena.
La primavera y la xilografía. El acorde lapidado por
fuentes donde se batía una escafandra. Entonces contabamos
la historia del aceite dormido en himnos marrones: pertenecían
a las madreselvas. El tiempo era lacrimógeno como
una escritura de fanales observados por la lluvia.
-quizá la poesía era una higuera-
A la intensidad continuaba esa maligna inocencia que
esconde la palabra cuando agita
la memoria del hipopotamo
en su corazón y los espigones donde la rafaga se convertía
en relámpago, devuelven una bengala
a los tigres y los hombres seguidamente en los veleros. Los esbozos.
Los muelles cuyos periodicos
llegaban de la electricidad con pajaros de sepia.
Esos muelles de noesis sentenciada por
la vida en fantasías de epitetos con extensiones divinas
de providencia en cajas azules como la ira.
Yo pienso en esa intensidad ahora, en esta primavera
sin árboles.
Donde las libélulas dejan de conjugar mariposas.
Y los meandros se buscan entre
serpentinas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario