lunes, 6 de octubre de 2014

Canto






Hay una estela.
Se que es de glicerina por la forma
en que vibra y sacude
la arena.
En secretos como lo supersticioso
lo confiesa el aceite. El aceite con sus naipes
modificando la lluvia. El aceite con
sus prolegomenos sembrando
gitanos en la marea.
Es una estela con arpones dogmaticos
como los que acarician
un velo.
Llena de sacrificios y tatuajes igual a los
que reinan entre elixires.
Hay una estela que
sobre bacilicas y graffitis trajo
la fragancia de una chimenea
en los pretiles.
Disecò y ofrendò a la noche
nictalopes que raspaban en silencio
una polea, un gris
de rieles por donde jamàs anduvieron las
reliquias ni el temple 
hundiendose entre
la providencia de una muralla.
Nivelada en los vientos de tropeles cientificos
como las ciudades. Envuelta por
cavernas de tradiciones 
amarillas semejantes 
a un juicio.
Sobornada por leyes donde la imaginaciòn
cultivaba de noche un edificio, una
gargola
un perifoneo del mar con sus anclas.
Y los barcos
-como un profano pensamiento-
durmiendo en el fondo
de tales oceanos con ellas.










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