miércoles, 15 de octubre de 2014

El Elixir de una Llamarada





A un lado del mar está el mástil.
El eje en él de una reliquia.
El sol de insomnios donde vuelven a la luz
los remansos. Lo legendario del sueño en los cabellos.
La referencia a un dromedario.

También el propósito. La función de sus pergaminos
un amanecer de anclas. Un amanecer en que las 
cigarras y truenos son lo mismo que una herida y el 
evento del reptil llega al recorrido del bucle
con una marioneta de iridio en las manos
y un astro de escarapelas en 
el cuerpo.

El mástil reconociendo un escalofrío.
Una estampida como lo horizontal y lineo en las barcazas.
Una cohorte donde se bañan decimales entre valles
de uranio y manifiestos
de agua.

El mástil con un puerto de arañas que narran 
entre los ángulos el paso fusiforme del prologo 
cuando lo enhebra un relámpago.

El mástil con puntos eternos y sucesivos donde
se agita un polígono. 

Uno desvaneciéndose entre inmensas llamaradas
de moscas.

Uno que aún encuentra el virar del solido
en la polilla.

En el periscopio del abeto y la constelación de ciprés
besando un limite.

Como si este fuera el elixir de sus llamaradas.






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