sábado, 25 de octubre de 2014

La Percusión del Pelícano





A determinada hora de la libertad el sol es un himno.
Mira las fosas atrapadas en la canela. Observa con 
detenimiento las manchas de arroz en los cabellos.
A determinada hora el sol es un puerto de lenguajes
aprendiendo entre los idiomas. Se aleja con sus cartas
de polen hacia las sacudidas, mira el torno del grito
y las cenizas de los animales. Aclara el papel de la
luz sobre la mesa. Invade con fantasìa la realidad
para que vivamos un poco màs en ella. Lo último es
una especie de frivolidad, toda una pasarela.

Yo creo que tal sol facilmente es un rumiante.
Y decidido a esbozar un coloquio
logro desatar al mamifero de ese conjunto acariciado
por polietilenos. Intento definir: El que con mucha atenciòn 
creò la conciencia del verbo trasmigar en las sombras.
Y como tambièn creo en el publico entre la multitud
donde se reencarnas las arañas, llego a la concepciòn
del adjetivo como una extensa oraciòn al separarse
de los vilos. Asumamos que tal vilo es un sujeto.

Determinada hora que desciendes sobre los pelicanos
sin un ave. Que recorres el sacrificio de las medusas 
en algun guijarro en la orilla dejando ver sus huesos.
Animal de maleficio que por las noches derramas el
número de tu mochila en una extensa ciudad de nucas
que pertenecieron alguna vez a los cadaveres.

A determinada hora de la libertad el sol es himno
que se oye cabalistico. Lleva esferas de devenir
con cierta cautela por el tamaño del sonido en ellas.

Tal sol -igual que el sujeto aquí- no está preparado 
aún para la percusión. 

Tal cosa antes y después de este poema, debemos 
contarlo a los pelicanos.

En su vuelo -posiblemente- sabrán que hacer con ello.





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