miércoles, 29 de octubre de 2014
La Estela del Ritual
Deseaba llegar a ese lugar donde los muertos
también interrogan y pasan de la luz al papel
con un tratado muy oriundo entre las sombras.
Ello es un sistema muy antiguo del significado
donde la oscuridad camina hacía la nada.
E importaba -era importante- ese lugar errante
y bendecido por el espacio más que por el tiempo.
Sólo asi explicabamos la eternidad...
Y sentíamos los astros como un juego extrasensorial
de un espejo donde los reflejos son paganos tanto
como relucientes, semejantes a cosmogonías.
-lo último alude a la divinidad-
Tan sólo reconocer en una bota el castigo del pelo,
el gurbión de carne, el salmo que descencía hacia
inmensos jabalies de plastilina buscando propulsión,
no presagiamos nunca a dónde. No tuvimos listas
de abecedarios de pájaros en la niebla para adivinarlo.
Apenas vivimos en un lugar donde los muertos se
convertían en cadaveres con un lenguaje diferente y
semejante en los ojos.
Por ello encendimos la melancolía del meteoro
-la contemplación habitaba ya las veredas-
donde las moscas se pudrían junto al trigo
con molinos sin signos ni escarcha, intentando
descifrar en ellos.
Hasta extasiada la contemplación dirigía el trafico
de los agujeros en las veredas y los meridianos creaban
la raíz de una palabra oscilando en el verde.
El todo en el lenguaje desnudaba su espíritu de inutil
patriarca: temblorosa ceremonia de lo que roza el alma
de esta enigmatica sentencia para en sí misma
conmoverse.
Y las cosas parecen finalmente llegar al ritual.
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