lunes, 16 de septiembre de 2013
La Convicciòn de lo Prodigioso
Lo hizo el fuego de la boca.
El tañido o el fango del requiem.
El rapsoda, si està a la altura de su melodìa.
El fuego porque siempre baila su propia
danza, no hay otra perplejidad.
El tañido porque es la mìnima planicie del eco.
El rapsoda porque a veces su deber
es llevarnos a otro mundo.
Eso no significa que nos arranque de esta vida.
Y por màs que a mucha gente le sea indispensable
un viaje, el rapsoda sòlo debe escribir
un polinomio. Uno que toquemos mientras
estemos dormidos. Uno que lleve cicutas
y arterias de romànticos nùmeros,
por màs que el gerundio del
nùmero ofrezca todo lo contrario,
nuestro derecho a ello està cimentado
en la demostraciòn de cosas imposibles.
Inasibles a culatazos.
Fuera de tiempo y perdigon.
Nuestro derecho en dejar una palabra como
la encontramos, para al volver,
despertarla desde lo diferente.
El derecho a compartir sòlo un desayuno
de agua con ella.
Yo amo la semejanza, siempre y cuando
me plantee ante la diferencia, cosas prodigiosas.
Amo la escritura si es que logra convencerme
de un mañana donde podrè olvidar
todos los versos que he escrito.
Eso es lo que amo.
Sòlo asi lo hago.
Sòlo asi puede afirmarse nuevamente.
Guillermo Paredes Mattos
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