lunes, 25 de septiembre de 2017

Lo que Nos Pertenece





Ayer vì una brùjula.
Uno de sus lados era amarillo.
Tal color poseìa una cresta. Era casi de carne.

Desde esa cresta se formaban reflejos.
Era como si de lejos fueran empujadas las corolas
o el vèrtigo con que se demora el azul en llegar a las olas
se arrastrara sonàmbulo en las alas de un pàjaro.

No habìan otros contenidos.
El fluor que habitaba en una melena irisaba sus ojos.
Las flores volvìan a ser cotidianas como la ira o un violeta.
Decir que un violeta es inmarcesible es creer
en el polen o dibujar menguantes.
Escribir en alguna de sus pronunciaciones es 
irrumpir en una aurora
donde extraños monitores se tejen.

Por lo demàs el vilo era somero.
El eje crispaba aerodiàmico alguno de sus dìas.

No comprendo todavìa como un eje crispa
alguno de sus dìas.

No entiendo en absoluto como los arranca
de los calendarios.

Ayer vì una brùjula.

Por ello sigo creyendo esta mañana que toda la miseria
de su brillo entre la inmensidad nos pertenece.




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