viernes, 1 de septiembre de 2017

Cada Hombre




Cada hombre lleva una rafaga de luz en su rostro.
Una ráfaga de luz que antes del atardecer 
parece convertirse en un cuerpo.
En una transparente criatura que enumera otras
horas.

Por las mismas pasan los muelles.
El color de los puertos cuando alguien con un 
retazo de vidrio en las pupilas amanece.
En ese amanecer tenemos la seguridad de que
toda hambre llega a algo dorado.
A un espiral indomito en sus ruinas.
A una historia de barro porque toda historia
deja a los pelicanos el camino del cielo.

El del barro igual al de los espirales y vertigos
es nuestro.

Cada hombre lleva una ráfaga de luz en su rostro.
Una que ilumina por la noche los tuneles.
Una que enseña los crimenes y las cruces de los
paraderos.

Que nunca limita con la belleza, pero se dedica
ocasionalmente a buscarla.
A reconocerla en las bocinas.
A rozarla cuando duerme en los heliotropos.
En las quimeras.

En los calendarios de espuma donde habitan
los cines. 

Y los hombres solitarios en ellos irrumpiendo
con sus imagenes entre la niebla.



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