domingo, 24 de noviembre de 2013
Los Sàtiros de los Preludios
En el todo has mutado.
Como una virgen negra.
O ese follaje que jamàs conocerà
la mansedumbre.
Y mientras tu oido inclinaba a los sonidos de
una cumbre
su cuerpo, decidiste el remanso
que llevarìan los nombres
de tus palabras.
Eran. Siempre habìan sido solitarios.
Eso no significa nada cuando alguien
se dedica al nihilismo.
Ello deberìa ser mucho cuando nos
dedicamos al sol y los muertos.
Pero tù abrìas notas de carne en tu
anatomìa.
Buscabas un cuchillo para delinear
la forma del pentagono en tu
pecho.
Tù eras la criatura del albedrìo
cristiano
donde un pàjaro mordìa una cabaña:
por analogìa yo sentì que una casa
era el nombre de esa mordedura
en la mandibula de mi
parafrasis
tan ajena a un asteroide o finalmente
las batistas de plata
donde la niebla
juega enferma.
Teoricamente como una lista de cabellos
y el hechizo de una fragua
de alguien modernamente moderado
en una catedral de arcas,
tomaste el fìn de los sobrevivientes
y lo tornaste al principio de sàtiros
o titantes.
Ambos: hijos del presagio.
Y los infernales preludios.
Guillermo Paredes Mattos
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