lunes, 25 de noviembre de 2013
El Eje del Panteòn
Tenemos islas que concentramos
como una gran recreaciòn
de acantilados.
El incendio del fuego y las catapultas
desde la ira como una dosis
de catedrales subiendo a
una neurona igual que
velamenes.
Cùal de todas serà finalmente
la nuestra.
Nos pertenecen las llamaradas
como el segundo
de un instante
negro
como las teogonìas.
Despistamos al cosmos
aislàndonos en puntas de cadaveres
y el oxido es de mèdanos
empalados en un menguante
de hecatombes, donde las cimitarras
empujan un orbe, el eje o la
esporàdica sigla
de un marco espontàneo: como
aquella neurona.
Aberrante y espontaneo
dice la herejìa ahora que
descifra el meridiano de los
camposantos o lo sagrado que dejò
una luna, mientras miraba las
constelaciones.
Y la muerte en ese camposanto
la tomò desprevenida
mientras observaba esas constelaciones:
es en los panteones y no en los
cielos donde hallarè
sus menguantes.
Con o sin latidos en mi
cuerpo.
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