miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Trinidad del Eolo





Romànicos ajuares: bateles como el
infinito tropico. Miscelàneas de eros
sobre un mensaje, donde la creaciòn
llega sòlo por instinto y para saberlo
debemos volver a adivinarlo.

Deltas y onomatopeyas de transparentes
fanales, en ellos la supersticiòn de un cartel
vuelve al tropel de acacias sin un rayo.

Ensenadas de particulas con un aureo rol
de prostibulos: otoñales como una mancia
estrellada en tu boca. Nunca pude tomarla.

Generoso el confìn ahora, nos ofrece un 
portavoz en su placenta: el idilio fundamental
de un trapecista en los barcos de un verano
cuando la piel huele a plomo y berberisco.
Cuando amamos sòlo por talismanes.

Voceos naturales, como el objeto a punto
de completar un circulo y la higuera...

Lumenes de bicicletas sobre una leyenda
de crotalos: el abecedario programado para
un encuentro con el hombre y otro con la poesìa.

La intuiciòn  de un opisbo en el liquen.
El laberinto del eolo, sobre tres episodios al 
intentar converger: helenicos-navegantes-hipotèticos.

Un acento del pìno rompiendo esta calle.
En ella vivì a la izquierda de la fe
y los liquidos.

En el punto donde dormìan los automòviles.

En el otro eran izados mandamientos
de titànicas banderas.


Guillermo Paredes Mattos

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