jueves, 22 de abril de 2010

Historia del Sueño

Historia del Sueño


Yo puedo predicarme.
Ir de la noche a la aurora como si fuera nada
y luego dormir en un parpado de espuma como la vigilia.

Y puedo presentarme al idilio que busca la treta del desmayo
en un pubis como el arco donde sin estilos
los equinoccios juntan mis labios.

Yo puedo presentirme,
encontrarme con la magia
mientras una región es fugaz como la idea,
como un paso atrás en el insomnio ese
que a la realidad nos devuelve.

Sé que cada imaginación se intriga como un eco
cuando maquina instrucciones para regresar al sonido,
a ese pacto de liras y venenos con el trueno.
Yo puedo encontrarme,
rodear de suicidas calles de lunas
donde caen en el aire prófugos de pétalos y ríos
asaltando hemisferios que miran eternidades
amenazadas por equilibrios.
Y puedo ignorar los carbones donde viaja la mentira y el pecado.
¿En qué lecho de espinas el pensamiento las vigila
y en qué lugar de barro como el amor
despliega puentes de átomo y sigilo?
Yo puedo seducirme,
hasta un invierno de granizo parecido a la lava,
mantener un adiós con leyenda de cuarzo,
involucrar reliquias en batallas sin ningún sentido
y luego deletrear un hilo de mis naves.
Yo puedo recordarme,
emprender movimientos de ojeras
libar escrutinios que huyen desde mi cabeza
y que en la tentación de liberarme
enfrentan locos murciélagos.
Hasta que una noche construyen en el hollín mis labios
la proeza igualada sólo por barros y salivas
maldiciendo el platino de una edad
poseída por historias de sueño.

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