lunes, 10 de julio de 2017
La Religiòn de los Dados
Antes de la experiencia el viento buscaba el solsticio.
Tambièn las iguanas y lo contemporaneo de los parques.
En ese tiempo una aguja era un paisaje.
Proporcionalmente una silueta.
Mentalmente volvìan a escasear los jirones.
Un plano de ambiguedad completaba el razonamiento
del agua. Los paraguas escribìan
sobre fronteras dentro de un abecedario.
El idioma seguìa lumenes y prioratos.
Helicopteros de escamas escaneaban cohortes.
Salmos de espuma arredraban escenarios de limones.
Nombres de alcantarilllas derramaban fractales.
La silaba del ingenio colocaba medallas en una
vacilaciòn. Presagios y lapices susceptibles de tempestades
ensortijaban naves suspendìdas en los escalofrìos.
Rozadas por las encrucijadas.
La bicicleta dormìa en ofertorios de leche.
El alambre pronunciaba el nombre de la axiologìa en
el medano. El teritorio era afìn a esas envegaduras donde
emerge el trigo con su velero amarillo.
Con su velero peruano de similitudes y poeticas
confidencias con la pus.
Con la correa imaginada en el sueño o el despliegue
de la nausea.
La coyuntura era de sienes con politicas de embarcaderos.
De utopìas.
De marineros o valles concentricos: tipo energìa
con visiòn mitopoyètica de un dado.
Lugar donde empiezan a veces las religiones.
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