martes, 25 de julio de 2017
La Llegada al Caos
El viento desfigura una de sus calles.
Sobre lo propicio algo elemental y onirico embala
destellos de plomo. Dioses de arena en
la orilla descascaran frutos de
platino.
Dentro de un silencioso ribete sueña el plastico.
En ese silencioso ribete tambièn los alfabetos de
una vereda de ladrillos.
De espìritus con radas e himnos de bronce
tensados por cucharas.
Por grilletes que giran ante el descubrimiento
de la luz entre lo platònico.
El caso es que el arco empieza a describir
su miseria.
Esas exactitudes como las que pronombra un dìa
entre el salitre.
Exactitudes con navios en el corazòn y
la memoria.
Seguidamente una fonetica es devueltas a
la realidad luego de haber alcanzado el horizonte.
En una de esas llegadas se encuentra el origen
del sonido.
El vilo del arnes.
La teorìa de los peces.
Cadenas y cuchillos deshilachando el humo.
El tambor en una voz.
El colmillo en un muro que avanzò de los
acantilados a las plagas.
A los mitos de los precursores.
A las sienes de las langostas.
A la sal en los labios secos de un rumiante.
De un ademan con la tarea de
dirigir minotauros o
legiones.
Mastiles de sodio o de leche.
El viento desfigura una de sus calles.
Pero ello es un preambulo nada màs para
reconocernos entre lo desconocido.
Y entre las figuras de ese preambulo.
Aquello llamado inspiraciòn vuelve
al caos.
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