jueves, 13 de julio de 2017

Helices






Te he visto en todos los dormitorios. Azul como un helice.
No sé si realmente en todos llevabas una silaba. A veces eras
nada más que una imagen. 

Una imagen puede ser un doquier.
Algo sobrenatural en los talones. Un derrame de crudo en el
oceano.

En todas las casas. 
Relacionada con las cítaras o el vuelo de un hexagono.
Totalmente en espiral respirando.
En la identidad del equiangulo.
Buscando pulmones en las vertientes de los muros.
Rozando los neologismos velados en los aparejos.
En la conmoción de los izares y quizá algo semejante a
ello es el perpetrar del limbo en una esquina
cuando crea el azufre.

En todos los cabellos.
Cada uno de ellos nos dicen que las figuras incendian la
anilina de manera monologal-oscilante y a continuación 
secuelas de ambar se desprenden de un yambo
cortejado en el agua por toda profecía; digamos que allí
se ovala un protocolo.

Toda profecía es un jirón.
La peluca de una nutria cuando camina entre los hombres.
El menguante de tu vida con o sin cadenas.

Te he visto en todas las habitaciones en las cuales pronuncie
o deje de pronunciar un sonido.

En los sectores donde el silencio se volvía una longitud.
En el tallo del árbol en una infancia secreta
cantandole nada más que a los molinos.

Tú y yo provenimos de sus helices.









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