viernes, 10 de febrero de 2017
Escritura
Yo sè que escribir no es un pètalo que
sobrevive en el pavimento.
Escribir no es la vida de un nosocomio.
Tampoco la llegada a luz de los tambores
a travès de un enjambre.
Ni siquiera la luna que es roja en los
puntos donde el crepùsculo
emana sus primeros tornasoles, podrìa
descifrar su significado.
Asi que al final queda sòlo un hombre.
Lleno de apariencias ante un texto.
Lleno de habitaciones y porque no
corpusculos vacìos.
Yo sè -lo cual es una pretensiòn- que
el oceano està lleno de tatuajes.
Que la ilusiòn es el fragmento de un
corazòn que no ha sido atado a otro
con silabas o lianas.
-eso està sentado en los periodicos-
Pero la escritura -muy independientemente
del hombre- està emparentada a los
circulos. A las conchas que caen de la
lluvia. A los procedimientos y los
epistolarios. A los santuarios que
arrastran relojes cuando estamos
dormidos. Relojes, astronautas y
hiedras.
Yo sè -lo cual es otra pretensiòn- que
existen navìos. Que el granito muerde
un coloquio de manera poètica y el ave
que se ciñe sobre los barrotes de
la puerta es siempre una lechuza.
Que los àngeles son de arena en las
mareas. Llevan incursiones de agujas
en su cuello y en cada borrasca son
solares y puros como una mandarina.
Yo sè que escribir no es la historia de
un galeòn ni la existencia en los objetos de
uno y otro horizonte.
Eso es todo lo que puedo afirmar de la
escritura.
Quizà podrìa escribir algo màs a partir
de esa ignorancia.
Pero facilmente -si es que ya no lo es-
podrìa convertirse en retòrica.
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