viernes, 17 de febrero de 2017
Los Rascacielos de la Carne
Las siluetas de un destello entre las agujas se reiteran.
Sus lenguajes son extranjeros hasta la llegada del alba
Enhebraron en el agua un canto marsupial de equilateros.
De liquidas y liricas mancuernas.
Algo asi como un de pronto donde se encuentran navìos
con rangos escarlatas. Algo asi semejante a las particulas
entre la gravedad formando por la noche un mundo.
Los pelicanos saben muy bien que no es el ùnico.
Los àrboles caen entre las venas como dioses
de una carta escrita por las brùjulas, en amaneceres
iguales a escarapelas o nimbos, donde las
palomas se enlazan a una constituciòn regada por el aire,
entre un parlamento con milenarias profesiones de
circulos, dotados -eso sì- de idolos
irracionales.
Canteras y epicentros de bengalas en las sienes.
Perpendiculares de humo en la saliva de los poliedros.
Alhambras de espuma en el pecho hacia el mar.
Cientificos lunares en el centro de los rasgos.
El acrilico de una idea retratando la percusiòn de un cuervo
o el centenario murcielago en las radas de una fonètica
llena de libèlulas. De orientaciones al plasma
y los reflejos celestes de los hidrocarburos
en una media, descifrando una estaciòn
de vidrio.
Las siluetas de una apariencia.
Sus baladas en los perihelios antes de una embestida.
Antes de un diamante que corta el espigòn hasta transformarlo
en arena. En duna donde el arrebol se agita alguna tarde
con su pagana fantasìa, edificada por galpones
y un arnes en los rascacielos de la carne.
En los frutos donde se adornan de alevines las bandadas.
Los sueños del escalpelo mientras cae por los adornos
de las xilografìas.
Con un horizonte de luces veteranas entre ludicos maleficios
encerrados en sus pergaminos.
Develando de esa manera el origen de las profecìas.
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