jueves, 16 de febrero de 2017

A Excepciòn de los Dinosaurios






En la casa del oleaje hay un fruto.
Un muro hecho de grietas donde desembarca una greva.
Una antorcha donde usualmente se presenta el
verbo.

El verbo de un prisma digamos.
Con su corola y polen puede ser.
Lleno de aletas y santuarios de leche.
Con exactitud un amimoacido que encalla en 
un tallo.

Neoliberal y grisaceo como el eco de los pavimentos
al mediodìa de un verano guiado por la temperatura, la
luz ultravioleta, la radioactividad y todo eso.

En una habitaciòn donde las arañas duermen mirando por
la noche un nucleo. Con vicios iguales a una orgìa,
una entrada invisible a un velo, a
un purgatorio, a un alfabeto
lleno de mercurio y escaladas de humo
diseminandose en la hoja que en una de sus citas
cubre un preludio, un epigrama
un demonio
o una metafìsica
llena de lingotes y absolutos con apogeos 
y silabas de bronce
consumiendo una roja elasticidad en el horizonte.

En los mitones.
En las boinas entre las escolleras donde
la orientaciòn del espacio de acopla a una brujula.
A un velero que inunda una vereda de sal.
Una estaciòn de camellos y trigo.
Una existencia como el mineral que toca el
pulmòn de una cigarra por la noche.

Cuando todo lenguaje es azul iridiscente.

Sumergiendose en la estètica de una hoguera
en las sienes.

Camino por el cual todos los animales -a excepciòn
de los dinosaurios- alcanzaron la aurora.





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