lunes, 20 de febrero de 2017

El Objeto a Partir del Peciolo





Una de los objetos duerme sobre un peciolo.
Sobre un hecho de niebla y sintesis, donde misterios
como lo profano se conjugan. Riegan la sal. Perciben
una postrera gaviota llevando al sacrificio la silueta
de una catedral en su pico. El peso amarillo
de una alhambra.

Voces de plastico en una cofradìa de arena
tensada por nudos de hierba.

Lejanas hordas teoricas que
al grabar un horizonte en su pecho regresan al iris.
Nervaduras como las que guìan las lianas en las selvas.
Pulpitos donde el sol devora el idilio de una 
màgica inquisiciòn en las figuras.
En los intestino enquistados en las jabalinas, despuès
que el tallo arrastra a las uñas las nubes de una 
transparente herida en el plasma.

Uno de los objetos duerme sobre un peciolo.
Lo cual no significa que la materia lleva las efigies
de un tatuaje.
Lo cual adquiere el espacio del sueño cuando muerde
por la noche en sus visiones la arena
o el parpado donde silencios iguales a un racimo
manchan de naipes una distante hoguera
confundida a veces con el destello de un faro.

En las serpientes -paralelamente- es oprimido un reloj.
Una cantera con muchos paises atravesando las
expediciones del velo. Del rasgo o la adolescencia
tomada de los acantilados, cuando un mundo de madera
colocaba en los lingotes las mechas
de porcelana ideadas por una lechuza.

Para amaneceres ideales como este, decìa.

En que los nombres en la hoja abandonaban el ambar.

Y arrojaban mercurio a los rostros de los dioses.









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