viernes, 10 de febrero de 2017

La Peninsula Azul de Madera






Allì se encuentran las ojivas.
El detalle de una flor con tendencias mayeuticas.
El lumen siempre y cuando sea 
fosforescente y lleve por lo menos un pelìcano.
Un poliedro.
Una melodìa de cera con rangos de algodòn
en sus organos.
Con rangos de mitografìas y rituales ebrios
de tirabuzones.

Allì se encuentra la ojiva, posee el significado
de la logia segùn las mancuernas
y delimita el perimetro del oceano en una
serpentina de 
helio fragmentada por todas las sortijas.

Conceptuando la nieve y los kilometros.
Los limites y las agujas que se ciñen a un lenguaje
de escamas sugerido por el tiempo.
Por el espacio y las efigies que aluden.
Que creen absurdamente en lo omnisciente 
mientras conducen mareas de higos
hacia los predicados
o las columnas de gasas donde el borde del
epieteleo es un espejo.
Una aurora comùn.
Un rastrillaje entre comunicados de sal en 
la arena.

Allì.
En esas figuras transoceanicas.
En los compuestos neoliberales de cenizas.
En los sectores de plata con regueros de 
ambar y dialogos con las sentinas.
Con los baules dormidos en un escritorio
de escamas.
De aparejos antediluvianos.

Algo asi como el diluvio en los crepùsculos
de la sepia.

Junto a una peninsula azul de madera.









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