Sólo el orbe donde el espíritu es voceado
Sólo el pajaro ensartado a un céfiro
sin quebrar los hilos jamás. Llenándose
de madejas cada aurora
Y el observar -ese de siempre-
presiona el gatillo del minarete donde
el grito es azul como una bienvenida.
Mistifiqué ese color para mirarlo
Gases extraños prohibían mis pasos
pero mistifiqué ese color para mirarlo
Y en los rectangulos
de providenciales faroles
una botella de agujas
comparaba los relojes con una clepsidra.
Con el extasis de un labio
o la ilusión de que en su saliva
habitan los tripulantes de una poética
que es final del universo.
Pero sólo es el principio.
Guillermo Paredes Mattos
sábado, 11 de diciembre de 2010
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