Ningún pájaro es errante en mis ojos como
lo es la espuma.
Y llevo en mis labios el movimiento para que
viva una palabra.
Sé que el mar es como una serpiente y que la niebla
desciende de lugares temblando en los iris de una laguna.
Que en cada color la ceniza es un heroe
sin lugar en mi avenida de brújulas.
Que alguna aurora nos embarramos de trenes y las sienes
comulgan su artificio entre el granizo
a pesar de los tantos cristales.
Porqué será la poética de cualquier esquina
una pura imagen de día entre inmortales.
Y desciende del árbol esa retórica de ramas
desechando universos de hojas.
Porque aún cuando caen a la tierra conducen
a la muerte un enigma.
Si pudiera extrañaría ese polvo en cada principio.
Y si pudiera oiría en mis sienes
el pífano de un ala que rompe su pubertad
en las mareas.
Pero vivo cerca del mar cuando se mueven mis piernas.
Y soy cerca del cielo cuando algo en mi frente
vuelve a edificar lo que toca
hasta un eco de vidrios asaltando pócimas
de estelares probetas.
Me recuerdo más entre la duda que entre ángeles.
Este momento es el último que la aurora
ha dejado en la balanza de mis heridas.
Sólo mi sangre puede pesarlo.
Mi equilibrio dista de mí, como disto de él
y ni siquiera en ellos puedo hablar de distancias.
Una imagen es la pradera de un proa sentada
en mis piernas.
Como una adolescencia que jamás ha pecado.
Yo no he perdido el infierno. Me basta morder mi boca
para tocarlo.
Guillermo Paredes Mattos.
jueves, 16 de diciembre de 2010
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Hermoso! Me has llenados paisajes un domingo en que aun no termino de levantarme...
ResponderEliminarTambièn yo quisiera levantarme en un mundo que sòlo posea èsta naturaleza, la de un bosque de vidrio.
ResponderEliminarSaludos Dinah.
Guille.