Una premier de actos anclados en la
indiferencia. Un torno en ti, uno en
la marejada llena de sicarios y sobornos
donde el universo penetra.
Fanales sordidos alzaban un aparejo
los mástiles envolvían un asilo
de resacas y pupilas
en los cetros de imperios
domados por los medanos.
La infancia decía que los pinos
no crecen en la orquesta del agua.
La infancia gritaba que las armónicas
son de hiedra y la vocalización un estadio
glorioso.
Dabamos por descontado que los balcones
dormían en los ojos,
la distancia, la orquesta y el aullido
en los cuales silueteabamos
la dicción a una forma
a una escencia
con destino gnostico
de primordial encina.
Bajo los acidos canteras de resina
unian el olivo al aceite, la mirra
al sepulcro, la cinta del tiempo
elaborado por manadas de perros.
Pero en mi corazón había sólo
habitaba una hiena.
Guillermo Isaac Paredes Mattos.
lunes, 20 de diciembre de 2010
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