No fuí diseñado como una palabra.
Yo fuí a la noche igual que la inocencia
Me compararon acertijos y rostros de piedra
Ví planetarios de verde exultando practicas
que eligen la tristeza
para desvanecerse, sólo la melancolía.
Pensé el movimiento. Indagué en él
y prolificos tópicos llegaron con una trompeta
a esparcir algo boreal sobre mi rostro.
Mi casa es de fosforo.
Mi lenguaje aún una caverna y
en cada actitud mi silencio intenta morderme
por ello un grito
por ello ese desenlace
que encuentre en mi carne la volición
de herramientas
de alfileres que cantan como un río
traduciendo la espuma del
significado.
El acontecimiento alado
de la tierra.
Y la mágica perpetuidad de una
sombra en el hombre.
Guillermo Isaac paredes Mattos
lunes, 13 de diciembre de 2010
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