La forma del mar perdida en un triángulo.
Aquello tan exacto como la revelación,
el nictalope, el adivino y cuando el cielo
llega doblado por ciclos y plagas
todo se ilumina para
oscurecerse.
Las ruinas amadas de mis desfiladeros.
La espiral de esa cumbre notificada por
un tribunal sin memoria, por el estado violeta
de tempestades y aguilas transparentes
y entonces equilibrios de puertos
nos ofrecen la sensación
de que los barcos siempre
estarán allí.
Y que un hombre los aguardará sin ninguna
esperanza en los muelles.
Guillermo Paredes Mattos
lunes, 13 de diciembre de 2010
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