miércoles, 29 de diciembre de 2010

El Destino de la Creaciòn

No soy un escrito que cite a las esferas cuando reconozco el presentimiento.
Cuando los vilos del presagio son una magia que despabila un canto.
Uno como el sol reventando en un tròpico.
Alguien como el verde resentido de una noche donde los actos lunares
son fracciones de muelles enseñando al hombre una albufera.
Creo ser meditabundo como esa albufera con mimesis de eroticos pasos
ascendiendo en escaleras transparentes donde el pànico fue mi
ùnica planicie. Mi superficie calamitosa que impregne de lògica
y ludicos homicidios donde la creaciòn jamàs encuentra la sed.
Entonces llega a conclusiones como la siguiente, el agua que saciarìa esa
sed es una maldiciòn.
Entonces esas conclusiones devanean entre sonatas como
un ejercito de silabas entre lo divino.
No soy un destino, lleguè a la rebeldìa sin haber
ansiado nada, esa es una contradicciòn que lapidò mi vida
entre la indiferencia y fuì por las ciudades con
un saber lacrimogeno, anestèsico totalmente errante como otros
dije a los astros que el infinito era un limite.
Y no hay lìmites que puedan amenazarnos.
La magia del poema le ofrece sòlo un instante.
Un instante donde la creaciòn nos ofrece su cuerpo.
Y ese lìmite sabe que si abre sus ojos
serà para saber como se agita entre la desesperaciòn
el destino.
Como se agita para recrearlo.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

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