División Azul
Para un adorado duende
Forma latitudes de barcos y la humedad del ciclo
inventando estelas mientras alza el sueño
marcos de espuma al llegar la ola.
Sorpresiva el ala de una maniobra
teje musculos de aura dentro de la arena
jardínes de credos y de dimensiones.
Sensación del que excita en una marisma
el mortal vaticinio de un caminante
insinuando archipielagos de musas y escorías.
Rameras de fuego destilando invencibles
treguas de equinos que cortan las olas
con puñales de mantis y aros de historias.
Digo un quizá que hinche manantiales
evocando la más ardiente prosa
en las pupilas matinales de un vencido.
Que la metrica inhale el color del vacío
y que supuren los trenes seres como insomnes
huertos de piedra sometiendo el tiempo.
El nombre que llega de las nieves
el estepario de esporas y columnas
donde sólo una vez el universo flota.
Y después cimitarras de yugo con la marea
un verso que propale espinas entre la seda
un centauro que convierta en ceniza toda tregua.
Después la vertiente que mira entre las hoja
la hormiga que lleva memoria del helecho
el caracol de linfa en su miedo de savia.
Que se arrastre la lluvia en todas las ventanas
que mire crisoles que caen de mi frente
que tome el camino otra vez de la aurora.
Que sea el cenit cuando la mañana construye
una calle, que mis labios inspiren sólo vanidades
a ese soplo de carceles robadas por el sueño.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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