lunes, 1 de agosto de 2016

Las Cosas Como una Especie de Lechuza






Las cosas como una especie de lechuza.
Las cosas en una forma de hialino helio.
Llegando de un tambor que crece en el ambar.
O en las amalgamas y el sonido de los coros
en las ramas, mientras millones de pelicanos
crean en el hemisferio una curva hecha
de plastico y celulas de olivo. Las cosas.
Ten en cuenta que bajo cada una hay un sol
de carbòn o un estandarte de sangre que poco
o nada dentro de la yesca estremece, una sortija
ademàs de un cuello donde los dirigibles mutan 
y levitan, semejantes a extrañas programaciones 
que casi siempre son de brea. Ten en cuenta el ala.
Ten en cuenta que el final del pasillo es denominado
por un nombre, suspendido en los flancos de la
hierba, donde las amapolas embisten el radio
de las hormigas y el temple de esa intensidad que
a nada ni nadie se orienta. Ten en cuenta el ojo
y su latido un poco mas allà de la niebla
donde los margenes y los limites empiezan,
iguales que flores y gritos en ellas de humaredas.
Ten en cuenta la bolichera con sus rìos de mercurio.
La bicicleta empujada hacia el rigor.
La andanada en los navìos donde empiezan los
cirios y los animales, con plazas objetivas y 
estructuras de hidrògeno que ya antes arrasaron
las playas y los arreboles, con lampos
e incognitas edades que llegan de las selvas,
del reloj conquistado no sòlo por el tiempo,
sino por los inviernos que en cada tejido de la
lluvia empiezan.

Las cosas como especie de lechuzas, cada
una con sus inmensos ojos y sus palpitantes latidos,
cada una con su vuelo primordial y en èl, los ecos
de una generaciòn llegada del sodio y los objetos
que una noche devuelven a la distancia misterio
por misterio. Las cosas con su polen y ese
cabalismo que en el interior de la espuma
sòlo las cenizas del mar preconizan.

Con sus itinerarios de trenes, con sus maquinas a
vapor en una rueda, con sus diàsporas y genocidios
en la silueta de un circulo, cuando la transparencia 
aplaza su llegada de las calles y los terrenos
levantan su cartòn de cera empujado desde el
misterio por solsticios y paginas, por
meridianos y prendas donde incuban animales
en los inviernos sus abecedarios, con devenires
y constelaciones de sepia.

Las cosas como una especie de lechuza.
Con su prado y con el purpura de sus bosques
sumergiendose en el esplendor de un mediodìa
en las lamparas.

Donde despuntan a los edificios, vaticinios de
semillas y arcoiris.








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