jueves, 25 de agosto de 2016
Invisible Estereotipo
A veces considero el sol de manera
amarilla. Eso sucede cerca de las habitaciones
donde se funden los papiros.
En ocasiones logro escribir de los nudos
enclavados en una rama, junto a un mundo de
cristales que dejan su visiòn del universo en
un pistilo.
Entonces las cosas tienen la apariencia
de los eclipses, de esas soledades de humo
que en sus sombras dejan brotar un cocodrilo
de aire, entre instantes que llamamos
vellocinos.
En ocasiones se llega a cristalizar un lunar.
La opiniòn de un muro en el alba lleno de lupas.
De zodiacos semejantes a un cofre o el àngulo
donde vibra un mamìfero con sotanos
descritos por velas
y escaleras donde escarba el hidrògeno.
Al tocar ese instante pregunto por las
ventanas. Por los asideros en ella donde las
cabelleras se agitan como saetas de mercurio.
Es entonces que recorro las avenidas como
si buscara un relampago, cuando en realidad el
fondo del corazòn anhela un menguante.
Un solsticio en forma gamada sòlo para uno
mismo. Una especie de luna encallada
entre la libertad. Un heterodoxo
universo de linternas.
Es entonces que coloco una calle sobre
otra, para que la ciudad parezca màs pequeña
-cosa inutil por supuesto-
Pero al vivir con esa finalidad lo ùnico que se
alcanza es que las calles se alarguen, se prolonguen
como una metafisica en los parpados.
A veces el sol es una forma amarilla.
Un dragòn de piel seca.
No es industrial ni postmoderno, no es
contemporaneo. Sòlo parece real como una
motocicleta o la duraciòn de la esquina en los
zapatos con materiales celestes e higos, igual a una
transfiguraciòn que adquiere el matìz del cielo
por la noche.
Es entonces que dejo una pregunta en los hilos.
En los oràculos donde la brisa posa lo ardiente por
una astilla, meditando en disciplinas màs largas
que un rol en un enigma de uvas,
en una tarde de playas donde
es fijado en la arena un
medano.
Y en la duna un invisible estereotipo.
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