miércoles, 17 de agosto de 2016

Esa Voz de Ozono





A veces estàn las sombras.
A veces se encuentran allì los pensamientos
con las agujas.
Y a veces las metaforas.
Los pliegues en ellas parecidos a esa distancia
que separa una ola de otra en la superficie del oceano.

A veces esas sombras llenas de ciudadelas.
De muercielagos en las grutas de esas ciudadelas donde
se aguarda lo terrible. Lo terrible y la edificaciòn 
de las pieles por los esquimales en
un universo de aceite.

Y por la tarde los nùmeros y los carbones.
Los nùmeros y sus eslabones colmados de esquirlas
para que algo en lo remoto emerja.
Creo que a veces puede vislumbrarse. Creo que a veces
alguien logra tocarlo y eso es todo.
Nunca se habita en ello.

No es la estètica con sus planos azules de lo que hablo.
No.
Al hablar de estetica se empieza a desvanecer el mundo.
Eso -entre otras cosas- hace la estètica.
Desvanece toda realidad para desde un distante confìn
volver a crearlas.
Pero esos son otros fenòmenos.
Otros manifiestos de curas y sacerdotes.
De bacìlicas.

A veces se encuentran las sombras ya que uno escribe
a los relojes. Las clepsidras y los hechizos.
Los maleficios al borde de una lengua.

Mira, el tiempo de la hipnosis posa un lustro en los
hombres tendidos sobre la hierba; cada uno lleva
en sus sienes una moneda amarilla.

Y al frente un lago.

Una cortina de gaviotas y un cobertizo de piedra
por donde enjuaga el salitre una voz de ozono.

Al frente un manantial con sus rascacielos
buscando por la noche una avenida, un velero
de obsidiana internandose en otros fasciculos.

A veces estàn las sombras. Mi casa empirica
que jamàs serà mi casa.

Pero tambièn los maleficios cubiertos de purpuras 
y demonios, conquistando nada màs que una
uva entre las playas.

Que un ciclo de subsidios en las membranas.

Que una desolada luna velada por el màs extraño
gris de los inviernos en cada uno de los
peciolos.





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