jueves, 25 de agosto de 2016

Piràmides






Iba a escribir de un poema con druidas.
Lleno de rascacielos y poligonos que son azules.
Iba a reproducir una vereda de forma que
las palabras tomaran el espiritu de esa vereda
y formaran grietas en la existencia del plano,
con la naturaleza de una superficie
de cemento.

Irìa detràs de la brea o lo que es màs real
colocarìa la objetividad como una larga conciencia
que suple las linternas, que suple los gritos
y las constelaciones encerradas en
una pista. Iba a tener mi nombre
como pista o rasgueo en
un cicilico movimiento de higueras en una asonada,
en una confirmaciòn de que una perla es
quien deriva de los dìas antedulivianos, propios
de una amapola en el verbo y el aceite
de los felinarios.

Me colocarìa solitario en el corazòn del veneno.
Apodictico o que màs da, hieratico y esceptico
como un calambre o el color del helio 
al impulsar desastres en una 
corona
de amperios, dilatandose en una
cuchara.

Verìa el tenedor en un pequeño monte de arroz
habitado ya no por el hambre, sino por
fervorosas inquisiciones donde
respira una clepsidra
o un edificio extorsionado por manadas de
libelulas.

Serìa el complice oficial de una celula
cuando baja por los empedrados con su primavera
de hule.

Iba a escribir de un poema con magos.
De un poema con labios y palabras suspendidas en
las ramas para que la miseria pueda tomarlas.
Un poema con arcos de anilina.
Con apariencias de electricidad e iones.
Con helipuertos y corazas de pimienta decorando
las primeros vagones del siglo.

De ese siglo que coloca sepulcros en los atomos.
Que indica el recorrido de una pantera en
una selva liquida.

Recorrido que por lo general, casi siempre conduce
a las piràmides.









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