miércoles, 3 de agosto de 2016

Otras Numismàticas





El hombre caminaba silencioso como una morfologìa.
En uno de sus ojos llevaba una aguja.
En sus mejillas los rieles formaban muelles para los navìos
cifrados en el viento.
La estaciòn del sueño en alguna de las esquinas seguìa
al agua.

Mirè a travès de los cuchillos por si la historia volvìa
a ser un extraño camino lleno de neumaticos,
de columnas magneticas llenas de oxidos y retratos
de escamas, donde alguna mañana la nieve florece
por esos encantamientos que se esconden
en el hielo.

Busquè en mis ojos, empecinado en una mañana,
donde los fluorescentes describìan a medias un preludio,
en el mismo se bañaban las iguanas llevando frutos de 
sepia en sus hombros.

Al lado de esa iguana habìa un manantial.
Un archipielago lleno de veteranos rocìos y de acidos.
Un archipielago dotado de elixires en las ventanas de los
grafitos, girando hacia los estuarios de una extraña
peninsula, herida por las cascaras.

El hombre era elemental como en ocasiones la hierba
que dibuja una naranja y el abecedario donde los semidioses
ya no pueden elegir en los nombre de un tallo.

De un parpadeo.

De todas estas cosas que nuevamente se recorren tejido
al fin de la luna por otras numismàticas.

Unas ebrias de hierro.

Colocados en los artificios por ese arte que vendrìa
a pertenecer al veneno.

Y a todos los zoologicos que caen de sus manos.








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