miércoles, 17 de agosto de 2016
Lo Que no Habitamos
Uno de los relojes ha muerto
en el puerto.
Su historia es narrada por una
brujula de zinc
en la playa.
En esa playa se encuentran
tambièn una
y otra palabra.
Los candelabros y mensajes
de espuma creciendo
en una boina.
Los muelles y equilibrios.
La soledad y las murallas
donde sobreviven las
equidistancias.
Uno de los relojes ha muerto
en una playa llena de
centigrados.
Llena de inverosimiles
campanas y plasticos
heridos por un lampo.
En una de esas heridas
se halla un instante.
Un momento de carne
cuyo metabolismo
posee raices marrones.
Era un instante con
revelaciones iguales
a las que encuentra
el sonido en
un timpano.
Un reloj tendido sobre la
arena; no sòlo parece
el lenguaje con un sueño.
No sòlo la aquiescencia
de un escalofrìo con
un puente
ignorado por lo sutil
desde paradojas y
antepasados.
Totalmente un
gramòfono.
Yo observo. Lo veo
retorcerse ya que
uno de los muertos
no basta. Incluso veo
su corazòn abrirse
paso a travès del pecho
en busca de
orientaciones ludicas
y sagradas.
Orientaciones llenas
de pàjaros azules
que cuelgan de la tierra.
Obviamente no de la
que habitamos.
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