miércoles, 10 de agosto de 2016

Los Iris de los Osos





A esta hora el oceano tiene el color de la niebla.
Lo remoto luce el matìz del pavimento.
Son otras las palabras en las hojas.
Otros los peces que se deslizan en las corrientes
de un rìo. Otras las mariposas que se incrustan en los 
espejos.

Pienso en el àrbol que conducìa una hoja en sus ramas; està
desnudo este otoño. Muy cerca hay un farol y habla
de entrañas. La idea que poseo de una vena 
es màs abstracta en este instante en que me acerco a tal
àrbol; colmado en su tronco
de bronces y 
faroles.

Miro el paso del deseo en las alas de un ave.

Medito en el peciolo de una
alambrada, donde espinas de hierro destilan un reflejo,
un exorcismo por el atardecer de vagones.
un tallo de arroz junto a una locomotora, un hilo
casi terrestre y a la vez boreal en el brazalete
de un parpado que sigue a las jaurìas. Vuelvo a ese 
paisaje donde el mar parece hecho de niebla 
y ello trae imagenes de cera, imagenes que se
doran entre himnos de aceite
y escamas, posiblemente 
siguiendo los cursos de la nieve. 

Pero yo creo en ese oceano que tiene el color de la 
niebla y la nieve.

Es una nieve por el cual un pigmento lleva la apariencia 
de un horizonte de dragones.

Una nieve donde los sortilegios apuntan por la tarde
a lo profano.

A la grieta que hay en los iris de los osos.

Y que los cefiros muestran cuando en la transparencia
de un dìa, es alcanzado por el sueño.






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