miércoles, 29 de enero de 2014
Horizonte
Todo deja de ser antropològico.
El mastil que puede ser erial.
El mastodonte que escencialmente en la playa
conjura dispersiones poèticas. Al menos eso creo.
Y es creado este momento.
Pero vuelvo a una casa sabiendo que la importancia
de ello posee la misma de un paso.
Que mi naturaleza de sujeto no es horizontal, si no
es en sentido proporcional al caos o los tremantes
donde trajina la armonìa: mejor si no vive transgresora.
A sus cabalgatas y tropeles no les importa mucho
mi naturaleza ni el petroleo de las manos.
En su profundidad yo puedo ser decapitado facilmente
hasta en cada palabra y eso lo harìa sin tener que ir
tras la caracteristica
sin tener que conquistar cada una de estas oraciones
con la particularidad que tienen
las sienes
cuando se trata de demostraciòn y pliegues
cuando son necesarios los
titanes.
Por ello ciertas cosas dejan de ser antropològicas
cuando se ha sido verbal, cuando se ensaya
gestos en demasìa frente a la albumina,
cuando se camina de noche
como ahora
teniendo una casa a la que llego por sed,
primitivo y extraño ante la mirada de todos
las que viven en ella con
pedazos de rigor inexorable.
A los màstiles y mastodontes les interesan
otras cosas.
Mi paso es siempre el de la deriva.
Arcaica y monològica.
Horno de indolentes tornos.
Donde juego a veces a formar el circulo igual
que un giro.
Pero no siempre acontece.
Y por regla casi nunca llego a èl.
Guillermo paredes mattos
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