domingo, 5 de enero de 2014

Las Puertas Secretas




El mar.

A través del arte mencionaba el platino
sus albuferas.

Era poético el espermatozoide del lapso
en su orilla.

Era misionera espiritualidad e inasible.

Crecíamos en él porque llenaba el infinito
de galgos.

Nuestros calculos sobre su oceano se abrían y
representábamoslo como si estuviera hecho
de puertas. Nos deteníamos en
ellas. Al abrirlas aparecía
una ola tras otra,
conciente de ello trazamos nuestra existencia
por turnos. Asi dividimos nuestra vida
para vivir golpeandonos en sus aguas:
sólo buscábamos una cresta.


E intentabamos descubrír una razón
y una interrogante al atravesar 
esa puerta
esa puerta que supliera la medida
de nuestra intensidad
hasta convertirnos en liquido,
en individualismo original
donde las tautologías mecen sus árboles 
con el alfabeto de una expedición a 
las constelaciones o los gritos silenciosos
en ellas: sólo el mar logra edificar en la soledad
de esas sílabas, los dioses que mueren
en los naipes encerrados en sus propias jabalinas.

Y nosotros entonamos entre látigos
que ello es verdadero como el olmo tejido
por la muerte de una araña.

Nosotros recordamos el gesto del unicornio
para seguir creciendo entre antinomias
que suavemente llegarán a nuestra boca
con toda la divinidad de su escalpelo.

Mi ser lo sabe ahora.


Me ha conducido al final de la aurora 
sólo para caminar por el mar
y abrir una puerta.

Y ello no significa que haya llegado.

Aquí me aguardaba una hoja.



Guillermo paredes mattos

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