jueves, 23 de enero de 2014
Los Techos de Piel
Tengo un dìa.
No es el de garfios.
En èl hay un ave.
Su planear trae a colaciòn y vocaciòn
insomnes derroteros
o archipielagos en el aire.
La o define la posibilidad tanto de la
x o la z.
Pero hay un ave.
Su planear es anuncio
de cantos visionarios para los grilletes.
Para mi culto a la radioactividad.
Para el ser de la conjugaciòn
o el inclinarse a la tierra
en el plural de los
ejes, cosa que
no es en el fondo sino estètico desasimiento
alimentado de gruas
y anestesias.
Un dìa, toda mi ilusiòn con èl
es una bocanada.
Toda mi tendencia en su vida
es la de organismo que recorre
el universo desde un pedazo
del mismo.
Desde una de sus cèlulas.
Eso debe ser la tierra en este gran todo.
En esa gran todo incomprensible
para mì a no ser que
comprenda la
arena que piso como una
forma del verano.
El sol en mi cara.
Y el verano como una
gran metàfora de los
cometas.
Pero puedo triangular aùn,
escribir que el verano es la metàfora
de los cometas para
despuès equivocarme
y seguir girando en el poema
mientras lo decida la existencia.
O el gran techo celeste y carne
del dìa.
Guillermo paredes mattos
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