lunes, 29 de diciembre de 2014

Poema





A veces deberìa tener la convicciòn
por la cual vive un dinosaurio y la composiciòn
de una hormiga en amaneceres
de naranjas.

Y segùn el lenguaje 
volverìa a caminar por la vida
desde un contenido que pesa y aguarda en los
oràculos donde el agua y ninguna otra cosa
planta un oceano o una rosa que por el peso de
sus tallos, accede a extraños equilibrios del
mediodìa extendiendose.

Todo ello es extraño al reconocer en el 
crepùsculo, un verso sudorosamente
doloroso.

En dònde esa rosa que diariamente deja 
de tocarse. Una que se prolonga.

Cùal el nombre de quien la toma del oceano
con el eufemismo de un horizonte en los
parpados o la intensidad del calendario de 
vidrio en las ballenas.

Cùal cipres fijado en el poliedro.
En las palabras doradas de la teorìa. En el universo
relativo a los cisnes y los gemelos.

Què mundo de astillas es.
Què paradoja de crisolita. Cùal de todas las
convivencias -casi surrealistas- entre
los barcos que quedan y semejantes a un
preludio buscan la memoria en
el panal, el atardecer de los nombres al llegar,
dibujados, silenciosamente volteandose
a los liquidos.

En un azul que entonces sobre la soledad
empieza a ser purpura como 
el tacto de los mandarines.




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