jueves, 4 de diciembre de 2014

El Lenguaje sin Yelmos






Recuerdo una brujula que el viento habìa
llenado de escencias. Vuelvo a la aguja a vapor 
en su valle de cisnes, donde las clepsidras eran
decapitadas. Las clepsidras y los verdugos
perpetraban en la inspiraciòn ese hecho
que da lugar a la ignorancia. No sè si
la ignorancia sea una ecuaciòn 
para comprenderlo.

-siempre son otros los nùmeros deslizandose
entre las ecuaciones-

Y llego nuevamente a esa pregunta donde los relojes
caminan con su craneo a los parques y la 
nebulosa guiandolos es una crispaciòn entre los 
automoviles, semejante ahora a un dicho 
dorado; debemos recordar que el
craneo es su mirada. Que no
existen ojos ni boca en
ese hombre llamado 
por las fogatas.

Manuscritos que en nuestro corazòn
inmovilizaban el universo con
ejes diabolicos de arena
en los cabellos del
desierto.

Pergaminos donde el cielo nos buscaba
en otra parte. Una de acuarios; casi ajeno
a la estilistica y los panes de mercurio.

Manuscritos que no sòlo contaban la 
historia de la arena. Tambièn contaban
los, capitulos de los escolios encerrados
en èl.

Instalaciones donde los pàjaros se abrian
subliminales a tempanos, en ellos
la memoria resistìa convertida
en mente, a los alimentos 
de las gruas. En ellos la memoria 
descartandose entre las elipses.

Grevas de focas donde los pastores
nacìan hacia una noche desquiciada en los
acantilados del cuello y esta imagen
desquiciandose en los albores del mundo
era la parte exacta del lenguaje sin 
yelmos.

Todos los que habìamos  conocido se 
quemaban entre la hojarasca.







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